viernes, 23 de febrero de 2018

Accept + Night Demon - Budapest 21·I·2018



Desde que viera a Accept en marzo del año pasado teloneando a Sabaton, tenía muchísimas ganas de verlos de nuevo, y la noticia del paso por Budapest de su gira como cabezas de cartel fue una alegría. Allá que me fui de cabeza con expectativas muy altas, y se cumplieron todas.

Traían solamente un grupo telonero, el californiano Night Demon, uno de los muchos grupos de reciente fundación que hacen heavy metal clásico, a la manera de los 80. Tantos surgieron en los últimos años, que ya se habla de una NWOTHM, o New Wave of Traditional Heavy Metal; y por alguna razón, la mitad de las bandas de este renacimiento se concentran en los Estados Unidos, y la otra mitad, en Suecia. Pero me estoy yendo por las ramas. Sucede con la mayoría de estos grupos que su música, mejor o peor, es siempre entretenida, y Night Demon no es excepción: en sus tres cuartos de hora no hubo ni un minuto de aburrimiento, no sólo porque las canciones son pegadizas, sino también porque el trío desprende un montón de energía, y ni el guitarrista ni el cuello toro del cantante/bajista paran quietos. En su afán por recuperar lo clásico, en mitad de una canción salió un esqueleto con hábito negro y capucha y un cáliz en una mano, figura que aparece en la portada de su segundo y más reciente disco, Darkness Remains. Muy buena apertura para lo que estaba por venir, sin duda. Ah, y terminaron con una versión de «Wasted Years» de Iron Maiden.




Accept, para quien no lo sepa, vivió sus años de gloria en la década de los 80. Desde entonces, tras muchos años de idas y venidas y separaciones y reuniones, renacieron en el año 2009, cuando reclutaron al vocalista yanqui Mark Tornillo; y aunque hubo más cambios en la formación, desde entonces mantienen un ritmo constante de discos y giras, todo ello con una acogida abrumadora incluso de los antiguos seguidores, cosa poco común en estos casos (incluso extremadamente rara, porque ¿qué otros ejemplos se os ocurren?). Cuatro discos llevan ya en esta nueva época, y la gira actual es la presentación del cuarto: The Rise of Chaos.

El concierto fue fantástico en todos los sentidos. El repertorio, muy bien equilibrado entre material antiguo y nuevo: de 21 temas, 10 procedían de los cuatro álbumes de la nueva época, y el resto eran más antiguos. Además lo hicieron de manera inteligente: concentraron la mayoría de canciones nuevas, que conoce menos gente, en la primera mitad del repertorio, para luego descargar la mayoría de los clásicos antes de que se aburriera la parte del público que se quedó en los 90. Y hablando de clásicos, el pelotazo «Teutonic Terror», a pesar de ser del 2010, ya está en esa categoría con todos los honores, como demuestra el que lo metieran en los bises.



Wolf Hoffmann es un guitarrista increíble. Como animador, no deja de moverse aquí y allá ni de interactuar con el público; y como músico, toca lo que le echen con exquisito gusto. Aunque ignoro la autoría de las canciones en general, no me cabe duda de que es el responsable de que toda la producción de Accept esté plagada de homenajes a compositores clásicos, pues sacó un par de discos en solitario de versiones de música clásica. Sólo durante este concierto pudimos oír fragmentos de «La mañana» de Edvard Grieg, «Para Elisa» de Beethoven, el himno de Rusia, la «Marcha eslava» de Chaikovski, y alguna más que se me olvida; y el solo de guitarra, situado un poco a modo de división entre la primera y la segunda mitad del set, fue el «Bolero» de Ravel. Lo hizo de una forma muy curiosa: primero tocó el ritmo de fondo con una sola cuerda, dos veces seguidas. El técnico, desde la mesa de mezclas, grabó ese trocito y lo puso en bucle. Y sobre ese bucle, el amigo Wolf tocó la melodía.



Otro de los grandes momentos fue cuando Wolf y el bajista Peter Baltes, únicos miembros fundadores que aguantaron en el grupo desde 1976 hasta hoy, se vinieron al frente del escenario e iniciaron un diálogo: el bajo hacía una pequeña frase, el bajo respondía con otra, se picaban con la complejidad, de pronto uno de ellos rompía la escalada y tocaba algo simplón, el otro respondía con algo más rítmico... No será lo más innovador del mundo, pero actualmente ya no se ve tanto, y queda muy bien. Por supuesto, estupenda compenetración, y los dos con cara de pasárselo como enanos.

Si bien todo el grupo hizo un buen trabajo, el vocalista Mark Tornillo sobresale tanto como el señor Hoffmann. Con 63 años de edad, es el más viejo del grupo, y lo cierto es que sorprende ver a un señor de esa edad pegando esos gritos. Las comparaciones son odiosas, pero da igual, esta crónica es odiosa también: supongo que dos de los nombres que primero vienen a la cabeza al hablar de viejas glorias, o viejas voces gloriosas, son Bruce Dickinson (59 años) y Rob Halford (66). El primero es un portento que se cayó en la marmita de poción mágica cuando era pequeño pero no engordó, y aunque su voz ya no sea tan aguda, sigue teniendo un chorro potentísimo que no se agota aunque se pase horas corriendo por el escenario. El segundo es lo contrario: sigue cantando bien, pero tristemente ya no es lo que era, le cuesta mucho esfuerzo y se mueve por el escenario como si le cansara vivir (y me encanta Judas, que nadie piense lo contrario, y me encantará verlos de nuevo en la gira de este verano, si puedo). Mark, en energía como en edad, está en el medio de ambos: no da chimpos como un mono pero se mueve sin problema como si tuviera treinta años menos, y su voz, aunque a veces ponga cara de esfuerzo, suena igual que en los discos, a excepción de algún que otro agudo.





Lo menos enérgico del concierto no estaba en el escenario, sino delante de él; y es que no hay que esperar mucho movimiento de un público cuya media de edad está en los 45 años. Había niños con sus padres, había muchos de los veinteañeros y treintañeros que estoy acostumbrado a ver en los conciertos, pero sobre todo había mucho pelo blanco en lo que no eran calvas, y muchos señores y señoras (esto es lo menos habitual: señoras) de aspecto serio y formal, el tipo de personas que uno se espera encontrar detrás del mostrador de la farmacia o de la oficina de correos o de la mercería o jugando a las cartas en el centro cívico. La interegeneracionalidad es estupenda, pero una media de edad tan alta implica quietud, salvo por las pocas cabezas que se mueven rítmicamente un par de centímetros y quizá los de la primera fila; pero olvídate de una masa saltando, mucho menos un pogo.

En cualquier caso, la poca movilidad del público no empañó una estupenda actuación de un grupo que, contra todo pronóstico, volvió para arrasar de nuevo. Al menos, y por suerte, sí hubo bastantes gritos de Metal heart!, God bless ya! y Chugachor balls to the wall, meeen!


Accept en Budapest (Barba Negra Club), 21 de enero de 2018

Die by the Sword
Stalingrad
Restless and Wild
London Leatherboys
Breaker
The Rise of Chaos
Koolaid
No Regrets
Analog Man
Final Journey
Shadow Soldiers
Solo de guitarra (Wolf Hoffmann)
Neon Nights
Princess of the Dawn
Midnight Mover
Up to the Limit
Objection Overruled
Pandemic
Fast as a Shark
---
Metal Heart
Teutonic Terror
Balls to the Wall









Budapest 2015, de wolfhoffmann.com

jueves, 21 de abril de 2016

Mgła + Svoid + Dunkelheit + Lepra, Budapest, 6 feb 2016



Cuatro bandas de metal negro iba a ver esta noche: tres húngaras y los grandes polacos Mgła. La velada prometía ser un festín de blast beats, y además estaba sold out, o sea que la sala iba a estar llenita. Más tarde me enteré de que de las varias salas que contiene el gran local Dürer Kert, la que alquiló el promotor fue la más pequeña, por eso se acabaron las entradas tan pronto; aun así, habría allí unas doscientas personas, con lo que parece que estos chavalotes venden bien en Hungría.


Pero vamos a lo que vamos. Cuando llegué a Dürer Kert acababa de empezar Svoid. De los teloneros, este fue el que más me gustó, porque me pareció el más original: sin salirse del black metal jugaban bastante bien con los coros, tenían cierta variación en el carácter de la música (no todo era agresividad a lo loco, aunque la oscuridad siempre estaba ahí), algunas voces limpias e incluso algún elemento medio vanguardista de vez en cuando. Tenían incienso en la parte delantera del escenario y uno o dos de ellos iban con capucha.


Dunkelheit, el segundo grupo, fue el que menos me gustó. Se me hizo muy monótono y poco original, y los músicos, un tanto sosainas encima del escenario. Mejor fue Lepra, que sin ser tampoco lo más heterodoxo, tienen riffs más chulos y son algo más dinámicos en el escenario. Y el telón más molón de todos. Para la última canción salió un tío de uno de los grupos anteriores a hacer un bello dueto. Los miembros de ambos grupos llevaban la cabeza tapada con una capucha, y algunos también un pasamontañas. Me encantó el batería de Lepra, por cierto.


Llevábamos retraso acumulado, y tres cuartos de hora más tarde de lo previsto salieron por fin a escena los polacos Mgła, que por cierto, significa niebla y se pronuncia «meguá», nada de «emegeleá» ni otras cosas que he oído por ahí. Llevaban capucha y la cara tapada con una tela negra. Dieron un concierto de una hora (los grupos anteriores habían tenido 45 minutos cada uno) durante la cual tocaron una canción detrás de otra, sin decir una sola palabra de saludo, ni de presentación de ningún tema, ni de despedida al final. Llegaron, tocaron y se fueron. Pero cómo tocaron, colega. Es curioso que, sin interactuar absolutamente nada ni apenas moverse, transmiten una fuerza impresionante. Y tienen unos riffs que son la leche, o sea que se pueden permitir la quietud. Supongo que también es parte de su concepto, o su estética, o como lo quieras llamar. Tocaron canciones de varias épocas, desde las más antiguas de sus primeros EP hasta varias de su último trabajo, el tremendo Exercises in Futility. Con la parte VI (la última) de ese disco terminaron, con el final seco de la canción, e inmediatamente se pusieron a recoger. Actitud de malotillo pasota que no me acaba de convencer, pero qué concierto, amigos, qué concierto...


REPERTORIO DE MGŁA:

Mdłości I
Further Down the Nest I
Exercises in Futility I
Mdłości II
With Hearts Towards None I
Exercises in Futility II
Groza III
With Hearts Towards None VII
Exercises in Futility VI


Las capuchas y pasamontañas son el nuevo corpsepaint.

martes, 24 de marzo de 2015

Bölzer + Mantar. 7 de febrero de 2015. Frenopátiko (Vigo)

Debo empezar esta crónica confesando que no me sonaba siquiera el nombre de estos grupos hasta dos semanas antes del concierto. Pero en Vigo no suele haber mucha música de este tipo, menos aún de grupos extranjeros, así que busqué algo por los internetes y decidí que me gustaban lo suficiente como para gastarme los diez euros de la entrada, que por cierto, era de las de taco, impresa a todo color con el diseño del cartel; una especie en peligro de extinción. Suerte que el Frenopátiko, a pesar de no ser más que un bar pequeñito con un aforo de 70 personas y un escenario de dos o tres metros cuadrados y tres dedos de altura, se mueve muchísimo para traer grupos y montar bolos chulos; espíritu underground donde lo haya, y con mucho trabajo invertido en la causa.

Primero salió Mantar. Son un montón de gente; en concreto, dos. Uno toca la guitarra y canta y otro toca la batería, fin. Aunque esta vez el de la guitarra estaba afónico y necesitaron que el de Bölzer les echara una mano, o una garganta. El concierto fue corto, media hora o poco más, y he de decir que no me entusiasmó, probablemente porque lo que más me atraía de su música en estudio era la voz y fue la voz precisamente lo que cambió. Es que aunque el estilo no es mucho lo mío, me molaba el vocalista porque es muy black ahí tó agónico y hace un contraste interesante. Por otra parte, se me hizo muy grave. No es sorprendente, porque el estilo sludge ese es lo que suele ser, pero lo de acoplar por sistema en los cambios de canción y cosas así no me hace mucha gracia. Una cosa curiosa fue que el cantante se pasó el concierto ¡de espaldas! ¿No le enseñaron educación o qué? Cualquiera diría que estaba en un ensayo.

Parece que despotrico mucho, pero es porque los defectos son muy concretos, mientras que los aciertos son más genéricos: canciones entretenidas, buena actitud, muchas ganas. O sea que, en conjunto, fue un buen concierto. No es el estilo que más me gusta pero pasé un buen rato. Y la portada de su disco mola un huevo.

Bölzer me gustó mucho más, que es exactamente lo que me esperaba. El dúo suizo estaba sanote y no necesitó a nadie más para meter una caña que flipas. En total tienen una hora de música editada, repartida en una maqueta y dos EP de veinte tristes minutos que venden a 8 €. En fin, viven en Suiza, con ese dinero allí te tomas un botellín de cerveza. Respecto al concierto, esta vez no tengo quejas: buen sonido, como también lo habían tenido los anteriores, canciones mucho más molonas para mi gusto y alrededor de una hora de duración. Mención especial al penúltimo tema, «Entranced by the Wolfshook», el clarísimo triunfador de la noche, y una pasada ver al guitarrista mover los dedos de esa manera.

Total. Que viva el Frenopátiko y que se sigan montando bolos así, en ese local o en cualquier otro que se sume a la causa (el Transylvania parece que empieza a asomar la cabecita…).

Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 24 de marzo del 2015, archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.

viernes, 20 de febrero de 2015

Amon Amarth + Huntress + Savage Messiah. 12 de febrero de 2015. Capitol (Santiago de Compostela)

Por segunda vez, la promotora RockNRock y la productora Sweet Nocturna tuvieron el detalle de traernos a Santiago a Amon Amarth. Es la segunda vez que los veo, tras el concierto que dieron en Vigo en el 2009 en el llorado festival Alternavigo, concierto que estuvo muy bien; cuando estuvieron en Santiago a finales del 2011 no los vi, y no me arrepiento, porque quienes fueron me dijeron que dejó mucho que desear, con lo cual me vi un poco rodeado de escépticos. Había que ver si se recuperaban de la última o si iban a peor. A pesar de todo, entré en la Capitol con optimismo.

Los primeros en salir a escena fueron los powerosos británicos Savage Messiah. El principio de la primera canción me recordó a Iron Maiden, e inmediatamente me dispuse a reírme de ellos por cutres… pero no pude. Sí, había algún toquecillo maideniano, pero las canciones me gustaron un montón, no me parecieron copias de nadie, y me lo pasé muy bien, la verdad. Cuando iban por la quinta canción o por ahí, a uno de los guitarristas se le jodió algo y no se le oyó más; terminada la canción, se disculparon por el fallo y se tuvieron que ir, sin llegar a llenar el ya escaso hueco de media hora que tenían. Una pena, porque de verdad que me lo estaba pasando pipa, además hacía un montón que no iba a un concierto de power.

Los siguientes fueron los californianos Huntress. A estos sí que los conocía; como para no, con el bombo que les dio su sello, Napalm Records. Recuerdo que en su momento escuché unas cuantas veces el debut Spell Eater, que no me pareció gran cosa pero tenía como característica más llamativa la voz de la cantante, una especie de King Diamond en versión femenina (salvando las distancias). Entonces tenía curiosidad por verlos. Tocaron unos tres cuartos de hora y no los disfruté tanto como estaba disfrutando a los anteriores, pero la verdad es que pasé un rato entretenido, y se enrollaron más a hablar con la gente, a veces usando al guitarrista como intérprete. «Yo no hablo español, ¡yo hablo mejicano pendejoooo!» A través de él, la tipa nos contó que la letra de la siguiente canción, «I Want to Fuck You to Death», había sido escrita por Lemmy Kilmister; y nos hizo partícipes también, esta vez en inglés, de la mucha marihuana que fuman en California. Cierto es que el rollo medio provocador que se trae no me convence mucho, pero hay que reconocerle que da espectáculo y que tanto ella como los otros le ponen muchísimas ganas. Y la canción «Spell Eater» sonó genial. En estudio me gusta también.

Ya sólo faltaban los señores cabezas con su melodeath de temática vikinga. Cuando escucho música, sea el grupo que sea, siempre escucho discos enteros; sin embargo, unos días antes del concierto de Amon Amarth estuve escuchando muchas canciones suyas salteadas y me di cuenta de lo que cambiaron estos chavales y, sobre todo, cómo empezaron a mostrar influencias de heavy clásico en sus temas, cada vez más melódicos. Sobre todo de Iron Maiden. Por ejemplo, escuchad «Shape Shifter» en el minuto 1:04 y decidme que eso no es el estribillo de «Aces High»; también «As Loke Falls» tiene momentos muy maideneros. Sí, ya sé que mencioné al grupo de Steve Harris hace dos párrafos. Qué le voy a hacer yo, si medio mundo metalero se basa en ellos. Y por si no fuera poco… ¡van los de Amon Amarth y, a modo de intro, ponen «Run to the Hills»!

¡Buenas noches, Santiagoooo! ¿Cómo estááá? Me hace una gracia loca que nos traten de usted en singular. Pero se aprecia el esfuerzo, por supuesto. Arrancaron con «Father of the Wolf» y «Deceiver of the Gods», es decir, los dos singles de su último disco, Deceiver of the Gods; que aunque ya hace año y medio que salió, aún no lo habían presentado en España (más que en el festival Resurrection de Viveiro, pero no en salas) a apesar de que ya hicieron un par de giras europeas desde entonces. En fin, a lo que íbamos: que empezaron con sus dos grandes éxitos más recientes, y como cabía esperar, fueron muy bien recibidos. De este álbum sonaron dos más, lo que hace un total de cuatro (las cuatro primeras del disco, curiosamente: «As Loke Falls» y «Shape Shifter» fueron las otras), y cuatro fueron también las del Twilight of the Thunder God de 2008, lo cual creo que dice bastante sobre cuál fue el álbum que más fama le dio («el boom de Amon Amarth», como dice una amiga mía). Pero dejemos las estadísticas. Por lo demás, el repertorio no presentó grandes sorpresas: fueron a lo seguro, cogiendo los temas más prominentes de cada disco, lo cual puede decepcionar a algunos que quizá prefieran rarezas, pero está claro que te ganarás a la mayoría. ¿Los momentos estelares? «Cry of the Black Birds», «Twilight of the Thunder God», por supuesto «Death in Fire», y el final con «The Pursuit of Vikings», cuyo estribillo, como de costumbre, nos hicieron cantar, momento que siempre es muy gracioso porque es relativamente largo y casi todo el mundo se lía y acaba diciendo brlg brlg brlg.

En resumen: un inesperado buen rato con Savage Messiah, un espectáculo desenfadado con Huntress y un épico grandes éxitos de Amon Amarth. Buena velada, sí señor. Y Huntress vendía la camiseta más chula de la última década.

Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 20 de febrero del 2015, archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.

miércoles, 23 de abril de 2014

Negura Bunget + Mileth + Grimegod. 23 de abril de 2014. La Fábrica de Chocolate (Vigo)

Aunque el panorama conciertil de Vigo en cuanto a grupos extranjeros está muertísimo desde hace un par de años, hace unos días tuvimos la oportunidad de ver a los maestros rumanos Negură Bunget en la ciudad, cuatro años después de la vez anterior, lo cual, vistas las circunstancias, no está nada mal. Aquel concierto de febrero de 2010 aún está en mi Top 10, fue una maravilla de principio a fin; el año pasado los vi en un festival y no me gustó ni la décima parte; así que esta vez fui a La Fábrica de Chocolate con un poco de escepticismo y otro poco de esperanza.

¡Peeeeeeero empecemos por el principio! Los Negură se traían unos teloneros consigo: Grimegod, grupo con el que comparten varios miembros, así que casi era una gira de tíos que tocan canciones de sus dos grupos. El estilo de Grimegod es un death melódico que, si me lo pusieran a ciegas, apostaría a que es finlandés, porque suena al país de los mil lagos por todas las esquinas, con influencias muy claras del estilo de Amorphis, Swallow The Sun y toda esa gente. Death metal melódico, con poca brutalidad y bastante melancolía pero sin ser necesariamente lento. La música me sorprendió gratamente, porque no tenía ni idea de quiénes eran hasta un par de días antes, y el concierto, que duró solamente media hora, estuvo bien, se oyó bien y eso; sólo se echaba de menos un poco de movimiento sobre el escenario, porque fueron un poco sosetes en ese sentido.

Entre Rumanía y Rumanía, Galicia: los siguientes fueron Mileth, que, ¡por las barbas de Breogán!, cada vez que los veo me gustan más. No sólo tuvieron mejor sonido que las anteriores veces que los vi, sino que además las canciones tienen detalles nuevos que nunca había oído y que no aparecen en las maquetas que grabaron. Su estilo, dentro del amplio abanico del folk metal, viene a ser death melódico, diría yo, con cierta similitud con SuidakrA, por ejemplo, tirando más bien por lo épico y, por suerte, sin tonterías cerveceras. Sólo que ellos tienen una voz limpia femenina con bastante protagonismo en todas las canciones junto a la gutural, montones de instrumentos (son seis o siete miembros, ya perdí la cuenta) incluyendo violín, pandereta, zanfoña, palo de lluvia y esas cosas raras y, lo que es más importante, un enorme factor de folk gallego: desde el «cantar de cego» de la intro (escuchadlo, está en el Youtube), pasando por los ritmos de pandereta tan característicos y las cantadeiras diciendo ai lalelo ai lalá, hasta, por supuesto, la lengua en la que están escritas las letras. Tocaron cinco o seis canciones, 45 minutos, que distribuyeron colocando las más nuevas al principio y las más antiguas al final.

Finalmente, llegó la hora de Negură Bunget. ¿Lo harían tan guay como la primera vez o tan normalucho como la segunda? La verdad es que, aunque no llegaron al nivel de la primera, quedé muy contento. Me reconcilié con ellos, je je. Lo que sucede es que hubo muchísimos cambios en la formación; antes no sólo eran otra gente, sino que también eran más, lo cual daba más juego. Ahora sólo hay lo que hay, y creo que aprovecharon bien lo que tienen. De nuevo bastante paradetes, pero en este caso sí es a lo que se presta la música: de nuevo crearon un ambiente hipnótico, que no invita al headbanging ni a ninguna manera de bailoteo, pero engancha, envuelve, atrapa en su atmósfera folklórico-blackmetalera, hasta que acaba el concierto, sales del trance y empiezas a gritar el “We want more! We want more!”. He de decir que en una de las pocas canciones que conocía bien, Pămînt, las partes de flauta del principio fueron un tanto deficientes. La flauta de Pan no se le da demasiado bien al pobre hombre. Por suerte, los demás instrumentos de viento los tocó mejor, incluyendo una trompeta, que cuando la vi pensé “oh no horror por qué” pero luego resultó quedar bastante guay y nada estridente. Tocaron alguna que otra canción nueva de su futuro disco, y el bis fue el primer tema de su primer álbum: Blăznit.

En resumen, buena noche, buenos conciertos y muy buena música. A ver cuánto tenemos que esperar ahora para la próxima.

Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 23 de abril del 2014 (...bueno, probablemente la fecha esté falseada), archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.

martes, 1 de octubre de 2013

Carpathian Alliance 2013, día 2. 26 de julio de 2013 (Volosianka, UKR)

¿Has leído la primera parte? Antes de seguir con los grupos, comentemos un poco la parte extramusical. Este año hubo muchísima más gente que el pasado. No me atrevería a decir el doble… pero yo creo que tranquilamente el doble. Otra vez dos puestos de comida, aunque este año era un poco más cara y bastante peor: un bocata por dos euros, pero el bocata apenas tenía relleno, y casi que sólo sabía a pan.

De todos modos no nos pusieron pegas por meter comida de fuera, así que compramos pan y fiambre en una tienda del pueblo y nos hicimos nuestros propios sándwiches. Además de dos puestos de comida y dos o tres de bebida, había un solo puesto de camisetas y CDs con bastante material underground. Los baños se hallan en una caseta permanente, y unas cuantas terracitas de madera con mesas y bancos completaban el mobiliario festivalero. Mucha gente estaba sentada en la hierba o tumbada en toallas, en una zona en pendiente desde la que se ve bastante bien el escenario.

Volvamos a los conciertos. El segundo día llegamos más pronto, a las cinco y media o cosa así. De nuevo hubo un cambio en el orden de actuación, pues el grupo que estaba tocando mientras nos aproximábamos al escenario era Manheim, no Nahemoth, como estaba programado. Apenas vimos nada de su concierto. Los siguieron los italianos Darkend.

Cuando mis prejuicios y yo vimos que el cantante de Darkend traía unas rastas que me recordaron a Dani Filth, inmediatamente me invadió el escepticismo. Pero no fueron más que eso, prejuicios, y tras oír un poco enseguida cambié de opinión, porque sus canciones me parecieron muy buenas, con melodías trabajadas y variación. Vale, sí que tienen influencias de Cradle of Filth, pero el único concierto de estos británicos que vi en mi vida me horrorizó, mientras que los italianos molaron. También tienen cierta similitud con Dimmu Borgir. En el apartado visual fueron, con diferencia, la banda más espectacular de todas. Una pena que fuera de día, porque tenían candelabros con formas simbólicas, una mesita con un farol y dos calaveras, cosas así; y de noche podría quedar todo más tétrico y chachi. El cantante, que como frontman hace muy buen papel, se fue del escenario y volvió envuelto en una mortaja ensangrentada en una canción, en otra vino sujetando una calavera… Un concierto curioso de ver. El único miembro del público que no parecía muy interesado en lo que sucedía sobre el escenario era un chavalín de uno o dos años que pululaba por allí con una camiseta de Absurd.

Mil años de cambio de grupo otra vez, cosa a la que ya nos estábamos acostumbrando, y les tocaba el turno a los números uno del metal extremo de Ucrania: Nokturnal Mortum, el grupo que más me interesaba de todo el cartel. Durante la prueba de sonido la gente ya estaba tan motivada como si fueran por la mitad del concierto, coreando cachos de canciones y levantando los cuernos. Cuando por fin empezó de verdad, los integrantes del grupo salieron con su típica camisa eslava, salvo Knjaz Varggoth, el cantante, compositor, fundador, etcétera del grupo, que llevaba una especie de hábito negro; y todos ellos con la cara pintada de blanco y rayas azules o rojas.

Sólo eran cuatro tíos: dos guitarras, bajo y batería. Es un pecado que un grupo como este no lleve teclista, en mi opinión, aunque quizá tuvieran una buena razón; en cualquier caso, me llevé una pequeña decepción con este concierto. Eso de poner material grabado en playback es una cosa que hacen muchísimos grupos y que no me gusta nada de nada: significa que no dedican ni un minuto a arreglar las canciones de manera que puedan ser tocadas en directo. De esto ya iba avisado gracias a haber visto varios vídeos y haber escuchado ese directo hiperproducido (pero con DVD molón) llamado Kolovorot. Lo que no esperaba es que no hubiera por lo menos un teclista para disimular un poco. Aun salvando este detalle, por desgracia, el sonido fue bastante malo, con unos graves saturadísimos.

A ver, el concierto fue disfrutable: me busqué un lugar desde el que se oía un poco mejor, y las canciones las conocía casi todas, así que pasé un rato entretenido, pero esperaba mucho más. Quizá tenía el listón demasiado alto. Tocaron una canción nueva, que no me dijo gran cosa, pero ya avisaron que no es la versión final, que aún hay que pulirla; me fío de ellos porque en su infame directo de Katowice también tocan una versión bastante sosa de «Valkiria», canción que acabó siendo una joya. El resto de los temas estuvieron bien elegidos: «Слава героям», «Чёрный ворон» —con esta abrieron—, «Біла вежа» —que no me esperaba y me alegró bastante—, la coreadísima «Україна» (Ucrania en ucraniano) y alguna más que no recuerdo. No habría estado de sobra incluir algo más antiguo, pero tampoco me quejo; es que tampoco tocaron demasiado tiempo, una hora escasa, o ni eso, ya no me acuerdo. Se pasó rápido y no fue lo que esperaba. Una pena.

A continuación vino Shining. Me disculparéis, pero no los vi. Sólo me acerqué a hacer unas fotos al principio. Probablemente me habrían gustado, pero empecé a encontrarme un poco mal. Horas después estaría vomitando y sintiéndome hecho mierda (sin haber bebido una gota de alcohol), pero en ese momento no sabía que tenía el estómago en proceso de revolución y achaqué mi malestar al cansancio, así que me fui a dormir una siesta. Fue algo que comí que me sentó mal, pero tranquilos: ese día no comí nada de los puestos del recinto, era todo de fuera. De Shining puedo decir que a la gente a la que le pregunté le gustó bastante su concierto y que en el puesto de camisetas vendían una de modelo femenino en cuya espalda ponía: «I have a boyfriend at home but I think of Niklas Kvarforth when he fucks me».

Me desperté a tiempo para 1349. Menudo caos de grupo, colega. Yo había escuchado los dos últimos discos (que me gustaron lo justito) y no me esperaba tanta caña ni tanta velocidad; tantísimas, que fui incapaz de encontrar nada de música, para mí fue todo una bola de ruido. La puesta en escena fue genial, muy blackmetalera y muy necro, todos moviéndose bastante y agitando la cabeza, uno envuelto en un hábito con capucha, otro con la cara blanca y pinchos, etcétera; pero lo observé con más interés por la estética que otra cosa. Mis colegas me habían dicho que habían visto al grupo dos veces, una con Frost a la batería y otra con otro pavo, y que con Frost había sido infinitamente mejor. Ese día estaba Frost. Mi impresión sigue siendo la misma. No me imagino cómo sería con el otro.

Quedaban dos grupos, Immortal y Nahemoth. Los segundos no sé ni quiénes son y, de nuevo, cuando acabaron los primeros ya era bastante tarde; además ya pusieron en marcha el telesilla mientras probaba Nahemoth, así que el último grupo que vi en esta magnífica visita a Ucrania fue Immortal. Good evening, ladies and motherfuckerrrrrsssssah! [Gritos.] Let me hear all the ladieeeeesssss! [Gritos femeninos.] And now let me hear all the motherfuckeeeerrrrsss! [Gritos masculinos.].

Este grupo tiene todo eso de la pose ridícula, los videoclips hipercutres y sobreactuados de «Call of the Wintermoon» y de «Blashyrkh», etcétera; montones de cosas que a uno le pueden hacer pensar: ¿pero estos payasos de qué van? Sin embargo, tras ver una entrevista con Abbath (búscala si quieres en el Youtube por immortal interview reality check, pero te aviso de que está en inglés sin subtítulos) me di cuenta de que no se toma muy en serio esa pose, y seguramente los propios miembros del grupo fueron los primeros en descojonarse de sí mismos mientras hacían esos videoclips. Visto así, todo cambia mucho, ¿no? Coño, que hasta se puso a hacer una especie de moonwalk en mitad del concierto, y movimientos que parecían el paso del cangrejo. En la parte musical, pues qué os voy a decir de uno de los cuatro o cinco mayores clásicos del black metal, no me atrevo ni a empezar. El sonido fue correcto en todo momento; no llevaron pirotecnia ni apenas escenografía, pero se comen el escenario con su actitud. Menudos animales, me encantaron. Pena que yo no sea realmente aficionado ni conozca más de dos o tres canciones… Ojalá Nokturnal Mortum hubiera sido así, ji, ji, ji. Pero en serio, Immortal es un grupo que hay que ver si te gusta el black.

Títulos de canciones conozco pocos y recuerdo menos. Sé que por lo menos abrieron con «All Shall Fall», por el medio tocaron «One by One» y terminaron con bareeeeels! Bareeeeeels in de noooooorz! Pero sobre todo, mi recuerdo más bello de esta estival escapada a las pintorescas altitudes cárpatas: QUÉ PASADA «SOLARFALL» EN DIRECTO, colega.

Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 1 de octubre del 2013 (no entiendo cómo pudo salir tan tarde), archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.

viernes, 30 de agosto de 2013

Carpathian Alliance 2013, Día 1. 26 de julio de 2013 (Volosianka, UKR)

Por segundo año consecutivo, tuve la grandísima suerte de poder asistir a este festival en los Cárpatos ucranianos, al que ya tengo mucho cariño por todo lo que el viaje conlleva, y además el del año pasado supuso mi primera colaboración con The Breathless Sleep. Se trata de un evento que se celebra en lo alto de una montaña del suroeste de Ucrania, en una estación de esquí rodeada de pueblos pequeñajos, cuyos habitantes probablemente no están acostumbrados a ver semejante cantidad de foráneos en verano; y va por su segunda edición.

Al igual que en la anterior, dividieron el cartel por estilos: la primera noche estuvo dedicada al folk metal, y la segunda al black metal. Para la del folk, con Korpiklaani y Eluveitie de cabezas, los organizadores optaron por una propuesta mucho más comercial que el año pasado, que había tenido grupos más oscurillos como Moonsorrow o Týr. La noche black, por su parte, mantuvo su filosofía y, si cabe, aumentó el nivel: nada menos que 1349 e Immortal, frente a Carpathian Forest y Dark Funeral el año pasado, que tampoco estuvo nada mal. Pero qué queréis que os diga. Immortal es Immortal.

El gran error del año pasado fue empezar los conciertos a las ocho de la tarde. Este año escarmentaron y empezaron tres horas más temprano, lo cual me parece muy acertado, pero conllevó que mis dos colegas y yo no llegáramos a tiempo el viernes; el autobús nos dejó en el pueblo de Slavske casi a las cuatro, y entre encontrar el hotel, dejar las cosas, llegar a la estación de esquí, esperar una hora de cola y pasar cuarenta minutos en el telesilla, nos perdimos por completo a los dos primeros grupos.

En el caso de los ucranianos Paganland, único grupo repetido de la edición anterior, me fastidió porque el año pasado me los perdí porque tocaron muy tarde, y este porque tocaron muy pronto, además me llevaba unas cuantas canciones aprendidas. El otro grupo era español: Incursed. Cuando llegamos a la zona del escenario estaban subidos los también españoles Drakum, de los que vimos sólo dos o tres canciones sin prestar demasiada atención. Hacen folk metal, eso es todo lo que podía decir cuando acabaron. Horas más tarde me encontraría a dos de sus integrantes repartiendo pegatinas y maquetas, y me dieron una de cada; la estuve escuchando esta misma mañana y me sorprendió gratamente, así que si no los conoces busca algo por ahí, igual te sorprenden también. La maqueta se titula Around the Oak.

Se suponía que los siguientes eran los croatas Stribog, pero el grupo que salió fue Cruachan. No sé por qué, pero me imagino que los croatas tendrían problemas para llegar. Tanto da: el caso es que ahí estaban los irlandeses, de fama un tanto modesta para la cantidad de años y discos que llevan en el negocio. No me disgustan y tenía curiosidad por ver el concierto, que me encantó. Las canciones, que en estudio nunca me llamaron mucho la atención, en directo son geniales; aunque debo confesar que sólo reconocí cuatro: «Blood on the Black Robe» y «I Am Warrior», del último disco, y las versiones «Some Say the Devil Is Dead», de letra súper chorra y música ideal para saltar y hacer el mono, y «Ride On», más melancólica y, desde mi punto de vista, bonita como ella sola. Esta la cantó una tipa que subió al escenario a mitad del concierto; cantó varias más también.

Tras Cruachan vino el cambio de grupo. Y lo digo así, independientemente, por una razón. ¿Cuánto dura para vosotros un cambio de grupo en un festival? ¿Quince, veinte, treinta minutos? Este duró hora y cuarto. Como lo lees. Vale, vas a comer algo, curioseas en la tienda de discos y camisetas, charlas un poco y se te pasa el rato. Según bajaba de nuevo a la zona del escenario y me cruzaba con un chaval al que conocí el año pasado, salían los finlandeses Korpiklaani.

Es la cuarta vez que los veo ya, y creo que la mejor de todas. La selección de canciones estuvo bien; varias instrumentales, que son las que más me gustan. Si al violinista anterior lo apodaban “violinista soso”, con el nuevo no se puede hacer lo mismo, porque hace el mono tanto como los demás, y en alguna canción se puso a bailar dando patadas al aire. Lo más curioso del concierto fue «Husky Sledge». Está en su disco Manala, pero yo no lo llamaría canción exactamente. Por lo visto, el violinista está, o estaba, en un grupo que hace cosas chamánicas; lo que toca en ese corte es una melodía muy simple y repetitiva, en cierto modo hipnótica… o coñazo, según puntos de vista.

Se sentó en una silla y se puso a tocar eso con el violín mientras pataleaba en el suelo, haciendo así sonar los cascabeles que tenía alrededor de los tobillos. Pronto salió el cantante a hacer su “ahehe ahoho”, yoik o como se llame. Para ser sincero, el invento no me gustó nada y estaba deseando que se acabara, pero al menos hicieron algo original. Luego siguieron con canciones guays. Por supuesto, la animación entre el público era enorme, como siempre pasa en conciertos de grupos fiesteros de este tipo. Quedé contento con el concierto, la verdad.

Tocaron una hora. ¿Recordáis cuánto había durado el cambio anterior? Pues otra vez. A esperar mil años a que salga Eluveitie. De entrada, no me apetecía nada ver ni a Korpi ni a los suizos estos; y si bien con los finlandeses me lo acabé pasando bien y reuní algo de optimismo para lo siguiente, la verdad es que Chrigel y su pandilla no me animaron nada. Es curioso, porque escuché todos sus discos múltiples veces, sobre todo los últimos, pero las canciones acabaron mezclándose en mi cerebro y, quitando unas pocas, ya no reconozco casi ninguna.

Vale, esto es mayormente cosa mía. Pero, tras un tiempo de cambio absurdamente largo y qué sé yo cuánto rato de pruebas de sonido, no es que sonara genial tampoco. Había bastante barullo. Y encima, la gran humillación: en mitad de la primera canción, Helvetios, hay unos segundos en los que sólo suena una flauta. Pues bien: vimos a Chrigel tocar su flautita todo motivado en pose metalera, pero no se oyó NADA. Silencio absoluto durante ocho segundos o los que sean. También tuvieron la mala suerte de que su violinista no estaba con ellos, y no sé si faltaba alguien más. Conste que soy consciente de que nada de esto fue culpa suya. Considero que tienen un directo muy sólido, que lo dan todo y que la gente siempre se lo pasa que no veas; este concierto fue otra muestra más de lo que digo. Pero no son mi grupo, no.

Y ya está. Me apetecía bastante ver a Stribog, porque es un grupo muy desconocido y de muy pocos medios que me mola, y su concierto es de esos de: o lo ves hoy, o vete a saber si volverás a tener otra oportunidad. Pero ya eran más de las tres de la mañana, hacía frío (esa es otra, será julio pero en lo alto de la montaña hace una rasca que no veas, por suerte este año iba preparado y tampoco fue tan malo como el pasado) y, sobre todo, no nos apetecía esperar otra hora para un concierto que sabíamos que iba a ser corto. Así que, ante la quietud del telesilla, que aún no lo habían puesto en marcha, y que los quads de la muerte costaban diez euracos por persona, bajamos la montaña a pie y volvimos al hotel.

Al día siguiente, un chaval que vio el concierto de Stribog me dijo que en el público había unas treinta personas en total, la mayoría croatas, hasta el punto que la cantante empezó hablando en inglés pero enseguida cambió al croata; y que el concierto fue corto, media horita, pero estuvo muy bien, mucho teclado en plan sinfónico, y la voz de la tipa, fantástica.

Hasta aquí la crónica del primer día. La del segundo, ¡pronto en sus pantallas! ¡No cambien de canal! Pero actualicen la página regularmente.

Publicada originalmente en The Breathless Sleep el 30 de agosto del 2013, archivada en Furia Asgardiana el 1 de mayo de 2019.